Las dos primeras de Sherlock Holmes

Estudio en escarlata, Arthur Conan Doyle

Estudio en escarlata es el primer relato que escribe Conan Doyle y que le da vida a su famoso personaje, se publicó en una revista navideña de 1887, llamado Beeton’s Christmas Annual por el que cobró 25 libras, incluso para un escritor principiante resultaba ofensivo, además de que cedía los derechos de su obra; un año después fue publicado como libro, de la que por cierto jamás pudo cobrar nada.

De que va.

Un cadáver hallado en extrañas circunstancias en una casa deshabitada provoca que los agentes de policía de Scotland Yard se pierdan en divagaciones equivocadas. Y, por si fuera poco, un nuevo asesinato parece complicar aún más la historia. Para resolver el misterio, habría que remontarse en el tiempo a otros asesinatos ocurridos hace 30 años en la ciudad mormona de Salt Lake City… Sólo Sherlock Holmes, gracias a sus implacables poderes deductivos y forenses, será capaz de solventar el crimen.

#MiHumildeOpinión

Estudio en escarlata es nuestro primer acercamiento a Sherlock Holmes y el Dr. John Watson, quienes a su vez se conocen en las primeras páginas de esta novela, gracias a un conocido en común; desde su primer encuentro, Sherlock pone en práctica sus dotes de observación y deducción en Watson, quién sorprendido y atraído por estas capacidades y su extraña forma de ser, termina aceptando compartir departamento, mudándose a la ahora célebre 221B de Baker Street y al poco tiempo, se vuelve el cronista de sus aventuras.

Holmes no fue ninguna novedad en la novela policíaca, es decir, ya otros escritores habían recurrido al personaje del detective con habilidades de deducción y la investigación a detalle de las escenas del crimen, uno de ellos fue Auguste Dupin, creado por Edgar Allan Poe; y aunque es evidente que Arthur Conan Doyle tomó prestadas características del considerado, primer detective de la ficción, dotó a Sherlock de una personalidad brillante, excéntrica, y muchas veces chocante, pero con un “no sé qué” que hace que por 133 años los lectores hayamos caído a sus pies.

Una de las tantas razones por las cuales disfruto el género policíaco, es, como lo he dicho antes, ser parte del relato convirtiéndote en detective, o cuando menos en el auxiliar, pero en el caso de las novelas de Sherlock, ni para que esforzarte, ya que la mayor parte del razonamiento sucede dentro de su cabeza, de hecho fue una de los detalles a los que el escritor tuvo que prestar atención para futuros relatos e involucrar a Holmes más físicamente, pues las historias terminaban abruptamente y sin mucha acción. Y esta es la razón principal, por la cual, de las dos novelas que leí en esta ocasión, Estudio en Escarlata fue la que menos me gustó; si ya de por sí sabía que seguir su línea de pensamiento sería imposible, encontrarme con básicamente el final del caso en la primera parte, fue un tanto decepcionante, además de confuso, pues de estar en el Londres victoriano, brincamos, sin razón aparente -repito, aparente- a Salt Lake City, sin Holmes, ni Watson.

Además de los personajes, algo que disfruté mucho en esta novela, es el narrador de la segunda parte, que claramente no es Watson, quien nos cuenta los hechos del pasado, pero invitándonos a fijarnos en pequeños detalles que están sucediendo en una escena más general.

Creo que el objetivo principal de esta novela, es simplemente darnos a conocer a los personajes, el gran cerebro de Sherlock Holmes, su destreza en lo que hoy sería ciencia forense, su personalidad esquiva, excéntrica, soberbia, maniática y a veces cruel, demostrar a su vez que los oficiales de Scotland Yard, tenían limitaciones que nunca fueron un problema para Holmes.

A su vez, presentarnos a quien se convertiría en su leal compañero, Watson que quizá no tenga la máquina cerebral de Sherlock, pero no es ningún tonto, que sin duda es el más paciente y que en las actividades de compañero encuentra la estimulación suficiente para olvidar su vida militar, pero sobre todo es quien le otorga un poco de humanidad al detective.

Aunque como dije, no fue mi favorita, sigue siendo entretenido y hasta espeluznante leer como todo este proceso de observación va conectado las pistas hasta dar con el culpable.

★★★☆☆ No está mal

El signo de los cuatro, Arthur Conan Doyle

Tres años después de Estudio en Escarlata, el director de la revista Lippincott’s Monthly Magazine invitó a cenar a Arthur Conan Doyle al lujoso Hotel Langham en la ciudad de Londres, para pedirle que volviera a escribir sobre su singular detective; un mes después, en febrero de 1890 El signo de los cuatro veía la luz.

De que va.

En el signo de los cuatro, Sherlock Holmes y el Dr Watson se embarcan en la aventura de esclarecer la desaparición de un coronel del ejército inglés en la India, ligado a su vez a la desaparición del gran tesoro de Agra, cuyo misterio ha llegado hasta Londres.

#MiHumildeOpinión

Durante la cena en la que negociaron la segunda aparición de Sherlock Holmes, también se pactó la creación de otro gran futuro clásico, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, quien causó una tal impresión en Conan Doyle, que utilizó su imagen y personalidad para imprimir de más extravagancias a Holmes y otros personajes de la historia.

En El signo de los cuatro, nos enfrentamos a otra faceta de Sherlock Holmes, si ser maniático, esquivo, soberbio y demás no es suficiente, descubrimos que además es adicto a la cocaína; droga que utiliza como un estimulante contra el aburrimiento, cuando no le llegan casos para investigar o lo que llegan son anodinos para su brillante cerebro, algo que teniendo a un médico como roomie, se convierte en una constante preocupación para Watson.  

Es bien sabido que Sherlock no tenía buena opinión de las mujeres, y que sólo una en toda su historia pudo igualarse a él, en esta historia empezamos a ver ese lado misógino y tan desagradable del personaje, quien además consideraba el amor y el matrimonio como un signo de verdadera locura.

Esta novela es mucho más movida, finalmente nos vamos a la caza de las pistas, y salimos ligeramente de la resolución dentro de la mente de Sherlock, y digo ligeramente porque eso siempre será parte de sus historias y del encanto del personaje; también se nos describe una atmósfera neblinosa y sombría de ese Londres victoriano que pinta Conan Doyle y que ha sido sinónimo de esta ciudad hasta nuestros días.

Sin duda fue una historia que disfruté mucho más que la primera.

★★★★☆ Me gustó, lo recomiendo ampliamente.

Escucha el podcast

 

 

Related posts

La última paloma, Men Marías

El cuento de la criada, Margaret Atwood

La otra Isabel, Laura Martínez Belli