El año pasado descubrí a Jill Santopolo con su primera novela, The light we lost, que disfruté y me hizo enfadar a partes iguales; pocos meses antes de haberla leído, se publicó su segunda novela More than words, por la cual sentía mucha curiosidad, por descontado sabía que me encontraría con una historia romántica, pero por suerte me encontré con mucho más.
De que va.
Nina Gregory es la heredera de varios hoteles de lujo en la ciudad de Nueva York, su vida ha estado estructurada por las ideas y los planes que su adorado padre, Joseph Gregory, ha impuesto para ella y para la supervivencia del legado que el padre de éste fundó para la familia Gregory.
Al morir Joseph, la vida de Nina se sacude hasta lo más profundo, cuestionando todo aquello que forma su existencia: la relación con Tim su novio y más antiguo amigo, su manera de ser, de vestir, de comportarse, la relación idílica de sus ahora difuntos padres, hasta la relación con su jefe, el candidato a la alcaldía de Nueva York, Rafael O’Connor-Ruíz.
I think it’s hard not to fall apart when your view of life is shifting.
#MiHumildeOpinión
Ya sea que sean unos románticos empedernidos o el mismísimo Grinch del amor, More than words es una novela que tiene algo para todos los corazones; sí, no los voy a engañar es definitivamente una novela romántica, aún así nos topamos con una historia mucho más reflexiva sobre lo que es el amor, de lo que el amor nos hace ver, hacer y entender como una realidad inapelable; y si les hablo de que es una historia de amor, lo lógico sería pensar que esta reflexión surge de una relación de pareja, sin embargo, no, la vida de Nina Gregory se pone patas arriba con la muerte de su padre, quien a pesar de todo el amor profesado le guardó terribles secretos, que la harán cuestionarse si todo aquello que la construye: sus amistades, su familia, su pareja, su destino y el resto de su historia han sido sólo una farsa.
En la historia de Nina conoceremos su relación con tres diferentes hombres: Joseph Gregory, un padre viudo que dedicó su vida a protegerla, educarla y darle siempre lo mejor que el dinero pudiera comprar, y aunque no siempre estaban de acuerdo, el amor que se profesan era más fuerte que las palabras (mi traducción para el título btw).
Tim, ha sido su mejor amigo desde pequeños y más recientemente su novio, son la pareja ideal para la vida que ella está destinada a llevar, al ser hijo del mejor amigo de su padre y CEO de los hoteles Gregory, comprende el peso de …
Y por último, Rafael O’Connor-Ruiz, el jefe de Nina, un joven político, enigmático y encantador por quien Nina empieza a sentir más que simple admiración.
Jill Santopolo tiene una manera muy única de hacernos partícipes del triángulo amoroso que viven los protagonistas de esta historia, como lector elegir a uno o a otro se vuelve una odisea, ambos son grandes alternativas, te decantas por uno o por otro a favor de tus gustos personales, y no porque uno de ellos sea un patán que te revele más acerca de ti que de la novela, quizá tu elección te vaya a hacer sufrir o quizá eventualmente lo entenderás.
Sin embargo, la relación que más se transforma a lo largo del relato, es la que tiene Nina con ella misma. Te parte el corazón vivir con ella el deterioro de la persona más importante de su vida como consecuencia del cáncer, para luego sentir escalofríos con la narración de la inminente muerte; sufres con sus decepciones, te agota el estrés que vive al no ser capaz de liberarse de un legado que no sabe si será apta para manejar y que además no se alinea con sus ideales, pero en el que debe de mantenerse porque es su “deber” conservar la herencia familiar.
Nina tendrá que luchar con la realidad que hasta ese momento estaba marcada en piedra, reencontrarse con quien verdaderamente es, y aceptar que, en el camino del autodescubrimiento, no hay cabida para todos.
Y si de solo leer lo anterior ya se sienten extenuados, afortunadamente siempre queda espacio para el amor: el filial, el íntimo, el fraternal, y el pasional… muy muy pasional.
Me gustaron mucho de los personajes de esta novela en general, mucho más maduros, más conscientes de lo que sus acciones podían afectar a los demás y muy honestos con ellos mismos, que, aunque no siempre tomaban la mejor decisión al menos eran dueños de las consecuencias. Menciono esto porque si leyeron o escucharon mi opinión sobre The light we lost, recordarán que fue de las cosas que más padecí, la “irresponsabilidad” de los personajes.
Finalmente puedo decir que lo disfruté por los altibajos emocionales que experimenté a través de sus páginas, tiene muchas reflexiones sobre la pérdida que me gustaron y con las que hice clic por su veracidad y por supuesto el telón de fondo de la historia, nuevamente Jill Santopolo usa a la ciudad de Nueva York, entregándonos encantadoras postales de la vida en la ciudad, como sólo una neoyorkina podría lograr; le di cuatro estrellas en Goodreads.