Salvar el fuego, Guillermo Arriaga

Salvar el fuego, fue ganador del premio Alfaguara 2020 y por la pandemia ni la entrega del premio ni gira de promoción pudieron hacerse de la manera habitual, aún así, es de los libros más vendidos en México, está en boca de todos y todo parece indicar que será el libro del año, pero ¿vale la pena todo el hype que está generando?

Te sobra mundo, pero te falta calle.

#MiHumildeOpinión

A seis meses de haberse publicado, me imagino que ya habrán escuchado todo lo que se puede decir de este libro, en mi caso he leído desde los que le declaran su amor eterno a aquellos que se proclaman valientemente en contra, algo que me parece completamente normal, y no tanto porque sea nuestro derecho como lectores, sino porque el libro en sí, es de naturaleza polarizante.

Cuando se empezó a hablar de el, no me imaginaba que eventualmente yo iba a ser una de sus lectoras, nunca antes había leído a Arriaga, lo conozco por sus películas y sabía a grandes rasgos con lo que me iba a encontrar, con base en esto, no estaba dispuesta a perder la poca fe que tenía en la humanidad en esos momentos convulsos del año.

Se llegó agosto, y el club de lectura decidió leerlo, no les voy a negar que me lo volví a pensar, pero por las experiencias tenidas con #LasUrracas sabía, que si había un grupo de personas con quienes compartir lo que sea que me deparara la lectura, esas eran ellas.

La historia se nos cuenta a cuatro voces y cada uno en un tiempo distinto, de las que destacan Marina una coreógrafa de danza contemporánea, perteneciente a un exclusivo círculo de la sociedad mexicana, cercana a artistas, intelectuales, y empresarios de alto nivel, casada con un financiero y madre de tres hijos. Una mujer que toda su vida a estado protegida por las comodidades del dinero en abundancia, que ha trazado un plan de vida que ha tenido que ir adaptado con el tiempo, pero permaneciendo en el camino.

En el extremo opuesto a Marina está José Cuauhtémoc, un prisionero condenado a 50 años de cárcel por homicidio múltiple, entre ellos, haber asesinado a Ceferino Huiztlic, su padre, un indígena originario de la sierra poblana, que creció en la miseria, a la sombra de las consecuencias de la colonización europea, que hizo de la lucha por los derechos indígenas, su objetivo en la vida, misma que conocemos a partir de otro narrador, que nos contextualiza como fue la relación de éste con su familia.

No nos dejemos engañar por las apariencias, si bien José Cuauhtémoc no creció rodeado de lujos, tampoco tuvo las carencias de su padre, y fue por la obsesión de éste que desarrollo una capacidad intelectual extraordinaria; JC es un gigante que llama la atención a donde quiera que va, es un hombre de rasgos indígenas por herencia de su padre, mientras que su estatura, color de pelos y ojos son legado de su madre española.

Por una casualidad orquestada, Marina y José Cuauhtémoc se conocen en el reclusorio oriente, y nace entre ellos una relación improbable, que pondrá patas para arriba, sus mundos y el de unos cuantos más.

Salvar el fuego es una novela que toca muchos temas que nos duelen, primero como país y luego como miembros de la especie humana, porque sabemos que la violencia, la corrupción y la impunidad no son exclusivas del pueblo mexicano, que el racismo y la violencia intrafamiliar, se experimenta en cualquier parte del mundo y que la discriminación no está dirigida únicamente en contra de los más marginados, que esta puede ser bilateral; por eso, a pesar de estar ubicada en México, es una historia universal.

Lo que no es tan universal, y sin embargo, es lo que más me divirtió a lo largo de toda la novela, es el lenguaje, tan coloquial, tan de este país, que lo entendemos de punta a punta, sin diferencia entre clases sociales o nivel de estudios, que lo utilizamos en mayor o menor medida dependiendo el grado de confianza, y del que seguro será necesario un diccionario de mexicanismos y spanglish para el que eventualmente lo lea en inglés, francés o alemán.

En cuanto a los personajes que viven en este libro, son tan fantásticos como complejos y tan reales que es fácil identificar a las Marinas o Ceferinos de tu vida, a los Carmona, a los Máquinas, a los Morales, que, aunque se sientan lejanos, siempre existe el amigo de un amigo que lo evoca, y que si de plano no identificas a uno, es probable que seas tú.  

De entre todos los personajes, la que más trabajo me costó fue Marina, intenté entenderla, justificarla, creer en lo que me decía, pero nunca logré empatizar, ni exculparla de las consecuencias de sus actos, para muchos, sé reivindica, para mí fue un espiral de autodestrucción; y no dudo, que esto sea el reflejo de mi propia educación.

Lo he repetido hasta el cansancio, pero es una novela que el mismo Arriaga describe involuntariamente en uno de los párrafos, haciendo referencia a otra cosa: es feroz, dura y auténtica, ahora le agregaría cruda y sin adornos, y por eso creo que no es una novela para todos.

No me arriesgo a adivinar quien sí y quien no la va a aguantar, pero, si puedo recomendarles una cosa es: léanlo en comunidad, ya sea que se unan a un club de lectura, que se junten varios a comentarlo o que se unan a una discusión en redes sociales, porque hay tanto que decir de este libro, que en solitario lo único que van a sentir es frustración al no poderlo liberar.

La historia engancha de principio a fin, te obliga a seguir leyendo, a querer saber más, la velocidad de las palabras se ve reflejado en el palpitar del corazón, si la novela acelera, nosotros con ella, y aunque hay partes que parecen un poco desconectadas, al final recordemos que el escritor es Guillermo Arriaga, que juntó cuatro historias en un choque en Amores Perros, al final todo tendrá sentido.

No puedo decirles que soy una de esas personas que encontraron una experiencia de gozo en esta novela… cuando menos no de la manera tradicional.

Salvar el fuego me hizo sufrir, me cuestionó, me provocó ansiedad, incertidumbre, desconcierto, me dio acceso al backstage del crimen organizado, me hizo imaginar vívidamente la vida en la cárcel,  sentí empatía por los personajes que menos imaginaba, me di cuenta que para vivir en una burbuja no se necesita ser millonario, me hizo reflexionar sobre el papel que se nos ha impuesto a las mujeres en las sociedad, me reí a carcajadas, me encogió de dolor, me indignó, y eso, es lo que yo valoro de Salvar el fuego, que me hizo sentir.

★★★★☆ Me gustó bastante, lo recomiendo ampliamente.

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