A Dianne Setterfield la conocí con su primera novela, de la que me enamoré perdidamente en su momento, Érase una vez en la taberna Swan salió en español en marzo del 2019 y desde entonces había estado en mi radar. Pero cual sería mi sorpresa al enterarme de que además venía a Guadalajara a presentarlo en la feria del libro, obviamente para entonces ya estaba entre los libros que sí o sí compraría en la FIL.
Eran coleccionistas de palabras, del mismo modo que muchos de los excavadores de grava era coleccionistas de fósiles. Siempre aguzaban el oído en busca de palabras especiales, extrañas, exóticas, únicas.
#MiHumildeOpinión
Cuando me decidí por empezar este libro, andaba en busca de algo ni muy enrevesado ni muy ligero, quería un punto medio y honestamente no sabía si con este libro me iba a encontrar en es punto, pero de las opciones que tenía me pareció la mejor, y ¿saben qué? fue perfecto.
Érase una vez en la taberna Swan, son varias historias enlazadas que convergen dentro de una taberna en un clásico pueblo inglés del siglo XIX; cada pueblo del país cuenta con una taberna y cada una se distingue por algo, en el caso de la taberna Swan es un lugar al que se van a escuchar las mejores historias de la región, gracias a Joe el tabernero, que tiene la habilidad de cuentacuentos que hasta premios le ha merecido.
En la taberna suelen coincidir los vecinos del pueblo y una noche cualquiera, mientras se escuchaban y se contaban historias un hombre aparece en la puerta con lo que aparenta ser una marioneta en los brazos, el hombre está visiblemente lesionado y se desploma en la entrada del Swan.
La marioneta que cargaba, era en realidad una niña que parece muerta, así que mientras Rita Sunday la enfermera local, atendía al hombre, llevan el cuerpo de la niña a un anexo para posteriormente examinarla.
Rita inspecciona el cuerpo de la niña minuciosamente, pero algo no le cuadra, está intacta, nada que indique una causa de muerte y sin embargo, no respira, no hay pulso, cuando de repente…un milagro.
La historia de la niña que estaba muerta, pero luego estaba viva se propaga más allá de Radcot, y llega a oídos de dos familias que buscan a una niña de aproximadamente la misma edad.
Los Vaughan perdieron a su hija Amelia dos años atrás, cuando fue secuestrada de su propia recámara, y desde entonces no han parado de buscarla. Mientras que los Armstrong, buscan a Alice, una niña de cuatro años a la que no se le ha visto en veinticuatro horas.
Las dos familias intentan demostrar que la niña es suya, y el problema es que la pequeña no habla, no hay demasiadas expresiones que indiquen que reconoce a unos o a otros; mientras se descubre el misterio conocemos a personajes increíblemente peculiares, y con los que rápidamente me encariñé, mis favoritos serían Robert Armstrong y Ben, especialmente este último porque a pesar de que aparece únicamente dos veces en la historia, es suficiente para robarte el corazón.
Jonathan el hijo de los taberneros es un personaje que me recordó al Simonopio de Sofía Segovia, porque vive con una condición física que no se dice explícitamente que es, aunque como lectores sabemos de que se trata, pero como no tiene nombre ni causa aún, la describen a través de una leyenda de duendes y criaturas del bosque.
Me parece que el título en inglés (Once Upon a River) tiene mucho más sentido que el que se usó en español, porque aunque la taberna es importante el río Támesis es esencial, es el hilo conductor entre argumentos, misterios, conecta de manera natural los poblados que van a apareciendo y quizá me equivoque pero es la figura más recurrente en la historia.
En mi opinión, el narrador es el río, es testigo de todo lo que ocurre mientras sucede lo que se nos está contando, pero además conoce el pasado de cada historia, tal como la misma autora lo decía en la presentación del libro, el inicio de un relato nunca es el inicio real.
Y ya que menciono al narrador, fue otro elemento que me gustó mucho de la novela, tiene mucha personalidad, es cálido, dulce y cuenta la historia como si fuera un secreto entre él y el lector.
La novela tiene un ritmo muy suave, te guía sutilmente a cada episodio, no es mi intención escucharme rebuscada para decir simplemente que la historia es lenta, creo que tiene toda la intención de crear una atmósfera de ensoñación; si bien es cierto, no encontrarán giros dramáticos y grandes sorpresas, el libro te engancha gracias a sus singulares personajes y sus elementos de realismo mágico presentes tanto en la trama, como en las personas.
Es una lectura para disfrutarse sin prisas, que enaltece la narración oral, y la habilidad de retener lo que se escucha para transmitirlo casi literal.
★★★★☆ Me gustó, lo recomiendo ampliamente.
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