La guerra no tiene rostro de mujer, Svetlana Alexeivich.

De lector a lector podcast nos invitó a leer La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexievich, reconociendo el trabajo de una escritora ganadora del Premio Nobel en 2015, en el mes de marzo como parte de su reto lector.

A esta autora le he tenido en mi radar desde hace algún tiempo, específicamente con Voces de Chernobyl, y mucho más desde que salió la serie de HBO; sin duda después de haber leído esta investigación.

“No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma.”

De que va.

En 1985 Svetlana Alexeivich publicó los testimonios de cientos de mujeres que formaron parte del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, una armada conformada por casi un millón de mujeres; muchas de estas historias no habían sido contadas nunca, otras tuvieron que omitirse en aquella primera edición debido a la censura y el miedo.

Diecisiete años después, Alexievich tuvo la oportunidad de reescribir su obra e incluir todos aquellos fragmentos que se habían eliminado, la acompañamos, no en otro libro sobre la guerra, sino en una investigación que tenía el objetivo de ponerle voz a los humanos, especialmente a las mujeres, que participaron en la guerra.

#MiHumildeOpinión

 A decir verdad, no fue un libro sencillo de leer para mí, sí, no voy a negar que conforme avanzaba me impresionaba el amor que todas estas mujeres le profesaron a su patria, el valor y el coraje que demostraban a cada paso que por alguna razón sin estar relacionadas más que por el género me sentía muy orgullosa de todas ellas; y aún así, tenía que avanzar lentamente con la lectura, porque con cada testimonio una parte de mí se contraía de dolor.

La historia de este libro inicia con la misma experiencia de la autora, nació en 1948 en Ucrania cuando ésta todavía pertenecía a la Unión Soviética, ella afirma que las historias de la guerra en el formato que sea le disgustan, porque mientras crecía era de lo único de lo que se hablaba, la guerra era parte de la educación familiar y escolar, en sus palabras refiere “nos enseñaban a amar la muerte”.

También se dio cuenta que todo eso que se les enseñaba estaba dominado por una visión masculina de los hechos, y que a pesar de que el Ejército Rojo tuvo en sus filas a casi un millón de mujeres, sus historias, eran poco o nada conocidas, ni en su país ni fuera de este.

Por alrededor de siete años, Svetlana se dedicó a entrevistar a estas mujeres, le contaban sus experiencias aún con miedo del régimen, pero sabedoras de que era necesario hacerlo; también era muy importante dejar en claro, que el servicio de estas jóvenes en el conflicto no sólo se limitó a las labores femeninas, sino que se destacaron como francotiradoras, comandantes de cañón antiaéreo, conductoras de tanques, cirujanas, y por supuesto enfermeras, entre muchas otras profesiones.

En mi educación cívica, me enseñaron a amar y respetar a mi país, sin embargo, en un conflicto bélico unirme al ejército no sería mi primera opción, probablemente nunca lo sería de manera voluntaria, por lo tanto, leer como tantas mujeres abandonaron a sus familias por unirse al frente, hicieron huelgas de hambre para ser tomadas en cuenta, mintieron para ser aceptadas y si ninguna de las anteriores funcionaba, se unían a las guerrillas, era incomprensible.

Me sorprendía leer que a pesar del fervor a la patria con el que se adoctrinaba a hombres y mujeres por igual, el Estado parecía no estar realmente preparado para que ellas fueran parte de la milicia, no había uniformes, zapatos, ni ropa interior de mujer, se las tenían que arreglar con las tallas que les iban llegando; hubo una historia en particular con la que me identifiqué, ya que ella era muy pequeña de estatura y por lo tanto no había botas para su tamaño, que eran exactamente de mi talla, pero en ningún momento se quejó, su superior se dio cuenta de que algo andaba mal cuando le vio los pies ensangrentados y hasta entonces le pidieron a un zapatero que le fabricara una botas especiales de su número.

Ahora, que la guerra es la guerra, la violencia deshumaniza a las personas sean del género que sea, no es más fácil para los hombres por el hecho de serlo, ni es menos siniestra cuando las mujeres participan en ella.

Sus actos, aunque admirables, no dejan de ser el asesinato de otro ser humano, una persona a la que tuvieron que aprender a odiar, para justificar y darle valor a sus acciones e ideologías, con razones o sin ellas.

Sus vidas quedaron marcadas por el dolor, por terribles escenas que fueron presenciando a lo largo de dos, tres o cuatro años, momentos de los que incluso como mera lectora me persiguieron en sueños: madres matando a sus hijos como método de protección, cuerpos torturados y venganzas cometidas a inocentes por falta de paciencia.

La mayoría de las mujeres entrevistadas, fueron condecoradas o alcanzaron altos rangos en la milicia, las podemos encontrar en enciclopedias o en internet gracias a sus logros, y aún a pesar de haber sacrificado su vida por la de otros o por la libertad de su nación, les robaron la Victoria, y sólo los hombres han podido disfrutarla como héroes; a ellas, las tacharon de fulanas, y las relegaron a la sombra de la historia que ayudaron a ganar.

Y a pesar de todo, recuerdan esos momentos de su vida con nostalgia, porque para muchas, sino es que, para todas, en la guerra se quedó su juventud, ahí entre el dolor también hubo risas, bromas y sorprendentemente mucho amor.

Al terminar el libro, sentí mucho coraje por todo lo que no se nos ha contado, por lo que se ha ocultado deliberadamente, porque, aunque no tolero la violencia, esta clase de historias le dan la posibilidad a muchas niñas, adolescentes y mujeres en general de creer no sólo que podemos ocupar puestos como conductor de tanque o francotiradora, sino de convencernos que estamos creados con la misma pasta que los héroes de la historia, materia prima de valientes, aventureras…. Que quizá en todo caso lo que necesitamos son más historiadoras mujeres que nos cuenten las otras verdades.

Es un libro duro, porque la guerra es dura, aunque lo leamos en las novelas de ficción, pero creo que debería convertirse en una lectura básica para todos.

★★★★☆ Me gustó, lo recomiendo ampliamente.

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